“...Mucho más temprano que
tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pasará el hombre
libre para construir una sociedad mejor...”
se oía en una grabación radiofónica antigua de sonido vidrioso, con una voz que
recitaba las frases con tono solemne y poético en medio del sonido de disparos
y cañones. Era la voz de Salvador Allende, un audio del disco de vinil que
solía escuchar papá en más de una tarde. Recuerdo pidiéndome que le ponga
en el viejo tocadiscos de la casa ese LP con la carátula de Allende donde tenía
grabada sus últimas palabras, antes del asalto al Palacio de la Moneda.
Fue un suceso que lo vi repetir algunas tardes en mi niñez y luego en la
adolescencia antes de partir de casa. Tiempo después, en un viaje que hicimos
juntos, mientras yo manejaba, le pedí que me contara sobre él, sus viajes, el
partido y sus aventuras por la vida. Supe allí que estuvo un buen tiempo
por el año 1965 en Chile, un tiempo como exiliado político, hospedado con
el auspicio del Partido Socialista de Chile en una residencia, donde él y
otros compañeros saludaban con frecuencia a Salvador Allende antes de ser
Presidente. Para ese entonces era toda una institución el Partido
Socialista en Chile. Recibía exiliados de diferentes países de
Latinoamérica, y, allí estaba Carlos Alberto, un decidido y esforzado joven
que quería soñar con hacer la revolución en su país. Crecí con las vivencias de
mi papá sobre sí mismo…, su casa de niño, su mamá ausente, el partido, sus
viajes a los países socialistas. Su vida siempre fue una inquietud en mí,
quizá por querer entenderlo más, quizá porque quería ser como él o quizá,
simplemente, porque lo amaba...
Este pequeño libro es una
deuda pendiente de mi vida para honrar las profundas virtudes que vi en mi
padre y que quizá no se las dije con la suficiente claridad. Cuántas veces
nos enredamos en discusiones sobre puntos de vista de la vida, de la religión,
de temas personales, y recuerdo, más de una vez haberme enojado por la
resistencia que encontraba en papá en no entendernos en algo. Y digo que
es una deuda, porque recuerdo la vez que hablamos sobre sus poesías y le sugerí
que sería bueno publicar un “librito” con sus poemas, se sonrió con una
pequeña mezcla de orgullo y simpatía por lo que le hablaba. Hoy cumplo lo
ofrecido papá...