Construcción del mito de la mujer fatal
en La Linares
El escritor construye el mito de la
“mujer fatal” alrededor del personaje central de la novela, María Linares,
usando como recurso la enunciación. Empieza narrándole al lector, al principio
de la novela, un primer comentario de alguien que le hablaba a ella sobre su
fama de mujer fatal, y al final de la novela se notaría que ese alguien sería
un “enfermero” o “doctor” que le hablaba cuando la recibe inconsciente en el
hospital luego de su intento de suicidio. Éste se refiera a ella así:
“En
los comentarios a través de los años la gente le ha puesto un sombrero de mujer
fatal (de esos con velo y mosquitos hasta la mitad de la cara seguramente)” (Égüez, 2010, pág.
29)
Y el novelista luego va
construyendo a lo largo del relato el mito de “mujer fatal” a la Linares cuando
continúa narrando el hecho de la visita de su madre, con la niña en brazos, a
un brujo en la costa. Éste predijo de la niña María Linares lo siguiente:
“...todo
aquel que se acerque tendrá muerte trágica o sufrirá padecimientos.” (pág. 55)
El recurso de enunciar hechos
para ir construyendo el mito de mujer fatal a la Linares, se pone en manifiesto
más adelante al lector, cuando éste se encuentra en la lectura con historias de
la vida de varios hombres que estuvieron relacionados con ella, como el de un
ahorcado en el Ejido que tenía el día de su muerte en su mano una foto de la
Linares. O con la historia del Coronel que se suicidó en el baño de la casa
de ella, o del pagador que desfalcó y está preso en el Penal, la de un poeta
muerto bajo su balcón, entre otras historias de fatalidades que se suscitan en
la obra. Todas estas historias se construyen alrededor de hombres
relacionados con la Linares y luego la novela le descubre al lector las
historias verdaderas alrededor de la fatalidad de esas vidas: La foto de María
en mano del ahorcado fue un montaje de un hombre que quería difamarla; el
Coronel que se suicida lo hace por la culpa del daño inmenso e irreparable que
le causó a su hijito; el hombre que desfalcó no lo hizo para llevarle el dinero
a la Linares sino por otros motivos ajenos a ella.
El relato crea a vistas del lector un
mito inicial y luego la misma obra desenreda los hechos y la desmitifica de la
fatalidad.
La Linares, una
novela barroca
Muchos críticos y estudiosos de la
literatura ecuatoriana, como Miguel Donoso, Manuel Corrales Pascual entre otros
coinciden en encontrar en el estilo literario de la obra La Linares, como una
novela barroca y algunos sugieren un neobarroco. (Dávila,
2010)
El Barroco lo define la DRAE como
“Excesivamente recargado de adornos”; y en el campo del arte plástico y de
arquitectura el Barroco se manifestó en Europa en el siglo XVII como:
El abandono de la idea renacentista del
arte como representación e imitación de la realidad en un riguroso sistema de
relaciones proporcionales y armónicas, y la afirmación, al mismo tiempo, de una
nueva relación de naturaleza emocional con el espectador, en que el artista intenta
sobre todo conmover y persuadir mediante los recursos de la imaginación que
parece no conocer límites, la elocuencia, la extrema agudeza realista y
sensorial de las imágenes y los más complicados y espectaculares efectos
escenográficos, la interacción de todas las artes, la nueva concepción del
espacio, de la naturaleza y de la renovada relación entre ésta y el hombre.
(Rodrígez Compare)
Manuel Corrales (2010) señala al
espíritu de escritura barroco como la angustia por llenar lo vacío y
llenarlo con todo lo que pueda simbolizar trascendencia. El barroco ha
sido comprendido como “La necesidad de acudir a lo maravilloso como frecuente
término de referencia y el descriptivismo como obligación primera” (Sénz de
Medrano, 2014)
La obra de Égüez en la Linares expresa
de manera copiosa manifestaciones literarias barrocas al describir situaciones,
cosas, hechos, sitios, empujando a un realismo maravilloso su texto. Por ejemplo,
cuando describe el balcón de la casa de María Linares preparado en las vísperas
del Corpus:
El
balcón había sido arreglado con el acostumbrado esmero, cubierto con edredones
de seda, colchas de terciopelo, lazos de papel crepé, cadenas en papel de
estraza, floreros de bronce, faroles, lámparas votivas de cristal verde celadón
y candelabros de plata con el llamón protegido por cascarones de vidrio
espumado que, contra pared, alumbraban a los cuadros de San Buenaventura, La
Dolorosa, La Reyna de los Ángeles, San Cipriano y el Pastor de los
Desamparados, constituyendo el todo un portentoso y entrehecho retablo. (Égüez, 2010, pág.
86)
Nos relata el autor el huerto de la
casa de María, que existiendo en un plano real, lo expresa de forma mágica con
un lenguaje que parece que no conoce límites y con imágenes muy sensoriales:
En
la huerta se cultivaban las más variadas hierbas y plantas medicinales, muchas
que fueron obsequiadas desde lejanas tierras, prendiendo con fortuna hasta las
más difíciles y celosas gracias a la mano prodigiosa de La Linares. Plantadas
al tresbolillo, ahí se daban la legendaria mandrágora, el sagrado muérdago, el
hechizador chamico, el narcotizante y nauseabundo beleño, la doradilla para
hacer orinar, el depurativo marrubio, el ruibarbo para purgar, la borraja para
sudar, la nuez vómica, la asa fétida, la antiespasmódica ipecacuana, el
carminativo eneldo para el flato, el perfumado heliotropo, el venenoso
rejalgar, el bedegambre para curar estornudos y la árnica para hacer
estornudar, la menta que impotenciaba y la guayuza que encendía y fertilizaba,
el toronjil y la valeriana para los nervios, el caballo chupa para las
escaldaduras, el cedrón para antes de rezar, la manzanilla para el estómago, la
mejorana para amedrentar las recalenturas, el matico para curarse en salud, el
azándar, el servato, la saragatona, la yerba buena, la yerba luisa, la yerba
impía, la yerba mora, la yerba de las coyunturas, la lengua de vaca, la atzera,
el helenio, la celedonia, el esquenanto, el llantén, la verbena, la altamisa, el
hinojo, el canónigo, el orégano, el corazoncillo, el mastranzo, el poleo, el
cólquico, la salvia, el anís del país, y el anís estrellado. (págs. 88, 89)
Éguez usa el relato fantástico como su
expresión más barroca y lo envuelve enumerando al detalle accesorios, llenando
el texto de mil y más imágenes en la mente del lector.
…otros
aseguraban que el modisto que cosía para usted era un ruso blanco que después
de hacer ahorcar a todos sus sirvientes logró escapar con la ayuda de Dios
hasta América en un baúl lleno de joyas e iconos medioevales, que el ruso
zarista se enamoró tanto de usted que le prometió gastar todo el dinero en las
más suaves sedas y en los más finos tafetanes para diseñarle él mismo sus
vestidos, que él traía para usted el encaje de bolillo de Brujas, el gro de
Tours, la muselina más almocárabe, el bocací más entrefino, el paño y el alepín
más abatanados y enfurtidos, la randa con orifrés, el esterlín sin orillo, la
greca en azimut, las guirnaldas palominas, los entredoses volanderos, los aterciopelados
festones y los besantes con perlas. (pág. 32)
O como cuando enumera las cosas y
accesorios que la gente quería salvar sus pertenencias cuando escuchó la
alocución radial adaptada de la Guerra de los mundos de H.C. Wells:
La
ciudad había perdido sus proporciones. Ya no cabía tanta gente en las calles.
Hasta los perezosos y los petacas habían hecho varios viajes hacia el sur
llevando las cosas más queridas para morir junto a ellas: los portarretratos,
las cartas, las estampas, el calzador, las medallas, los corozos, las chinas,
los carey, las polveras, el antifaz, la chispa, la petaca, los penecas, el
sonajero y el chinesco, la matraca y la guaraca, el samovar y el escalfador, el
sacacorchos y el tapapicos, el reclinatorio y la mecedora, la poltrona y el
armario de lunas con espejo de cristal de roca y orillas biseladas, la
bacinica, los gemelos, el organillo, la perla suelta, la cadena con mayólica,
los colgantes en filigrana, las chinelas, babuchas, folgos y chapines, los
huevos de pascua, los pedazos de cuarzo envueltos en papel de seda, el olor de
clavo de olor sostenido en un algo de algodón, el embudo miniatura, el apagador
de velas, el calidoscopio, la ocarina, los zancos, las garrafas, la damajuana,
el pondo, el tiesto, el zurrón de puntas. Igual que en las tumbas de los
siglos y los siglos. Una señora mandaba a pedir de urgencia que preste
el llavero la señora Quimí para ver si alguna calza en mi alacena. Otra
avanzaba portando en la cabeza a manera de gran refugio un enorme tablero de ajedrez
en el un lado, camuflado por el señor de la Santa Faz en el otro. (págs. 41,42)
Y también el autor describe de
forma barroca cuando relata que el Gran Difamador era buscado para ser padrino:
Comenzaron
a hacerlo padrino de todo lo imaginable; del pelo de la novicia, de la
inauguración del alcantarillado, de las presidas del Prefecto, de la Primera
Patada del Partido, de la primera menstruación de la niña en sociedad, de la
vaca lechera tolón-tolón, del perro campeón, del pubis afeitado de la socia más
antigua del club, del canario australiano, del Decano del Cuerpo Diplomático,
de la donación de carros policiales, de la fiesta del capulí, del choclo y de
la yuca, de la flamante dentadura del ministro, de la promoción de Estudiantes
Altos, de la Reina del Suburbio, del manto de la Virgen Patrona de las Fuerzas
Armadas, de las orejas y rabo del quinto toro, de las bodas de plata, de las
bodas de oro, de las bodas de cacao, de las bodas de diamante, de las bodas del
café, del banano o del petróleo en la Iglesia de la Paz o en Santa Tere. (pág. 96)
La obra tiene un lenguaje vibrante,
poderosamente descriptivo lleno de fantasía e imaginación de lo real posible.
El autor con los accesorios con los que construye la idea en la
mente del lector, torna al relato una fantasía posible que raya en lo imposible
de ser. Son estas las razones que han enmarcado a La Linares de Iván
Égüez como un ícono innegable nel neo-barroco de las letras ecuatorianas en el
siglo XX
Tipo de lenguaje, recursos y figuras
literarias en la obra
La novela es escrita en prosa, se
encuentra en algunas partes una prosa poética “He pensado que murmurar de
usted era también una forma de poseerla, de querer ser usted, aunque a veces
los ríos subterráneos de las habladurías son imprevisibles y se
desaguan por donde uno menos lo piensa” (pág. 30), con una
narración neo-costumbrista donde matices de modismos muy ecuatorianos aparecen
como pinceladas, por ejemplo: “Tomaba sin parar y cuando en alguna farra se
acababa el trago les obligaba hacer vaca para ir a
comprar más” (Égüez, 2010, pág. 111), y abunda en coloquialismos de mucha
usanza en Ecuador como: “Vos siempre tuviste debilidad por los milicos” (pág. 61). Su estilo literario general
corresponde al barroco, al neo-barroco por la riqueza de las expresiones dadas
y con un lenguaje de realismo maravilloso. Esta forma de escribir
personaliza a la obra y la robustece. El autor tiene una intención
consciente de manipular su mensaje su expresión de esta manera, para transmitir
una significación a la obra.
Las figuras literarias que usa el
autor son variadas a lo largo de la obra.
Figuras lógicas:
1.
Hipérbole: “…llenó hasta la bandera el patio de Palacio con notas y cartas de
condolencia” (Égüez, 2010, pág. 74) En este texto es necesario exagerar que se
recibieron una buena cantidad de cartas y notas de condolencias de todas partes
del mundo debido al terremoto de las Flores que aconteció.
2.
Antítesis: “Siempre hubo personas que me amaban en secreto y me difamaban en
público” (págs. 108, 109). El autor contrapone dos ideas para enfatizar sobre
las emociones encontradas que desataba La Linares.
3.
Paradoja: “decía sin decir” (pág. 40). Usa la paradoja el narrador para
mostrar una contradicción y darle significación al mensaje de lo taimado que
resultaba el Gran Difamador.
4.
Prosopopeya: “Girando sobre sí mismo se puso a roncar” (pág. 73). Le da
este atributo de los seres animados a un “zapallo”. La novela usa este
recurso para dar a entender el fenómeno que estaba provocando el Terremoto de
las Flores”
Figuras de repetición:
1.
Retruécano: “…estos seres interplanetarios, ya sean lunáticos, marcianos o
marcianos lunáticos, o lo que sean” (pág. 40). El narrador repite
las mismas palabras con un orden y sentido diverso, de manera graciosa y hábil
para generar humor en el relato.
2.
Reiteración:
“…los
Hijos de Jehová, los Hijos de El Salvador, los Hijos del Señor, los Hijos de
Cristo Rey, los Hijos de Dios General de los Ejércitos, los Hijos de las Siete
Plazas, los Hijos de las Siete Leches, los Hijos de la Gran Flauta y los Hijos
de la Gran Puta”. (pág. 83). En esta reiteración repite el término
“Hijos” con mayúscula para denotar los matices religiosos presentados distintos
pero que suenan como una sola idea en el fondo y al final los desacredita
colocándolos al nivel de los “Hijos de la Gran Puta”
Figuras pintorescas:
1. El
paisaje: El autor usa esta figura literaria para introducir al lector a un
espacio, a conocer la casa de la Linares y su entorno. El lector es
llevado de la mano a recrear en su mente el ambiente donde se desenvolvía María
Linares, así lo introduce más en la historia de la protagonista y de su vida:
“La
casa que fue de La Linares tiene techo de musgosa teja y gruesas paredes de
barro, de ese apretado con guano seco y sangre de toro. Mas las gentes dicen
que tal argamasa fue apresurada con empenta de otra laya; que son entierros,
huacas y empotrados los que sostienen a esos paredones y, al paso advierten,
que corre maldición para quien los desapresure o despeñe.
La
casa forma esquina en esa plaza redonda que iniciaba el camino a La Chorrera y
por el cual, desde hace muchos años antes que naciera la Linares, subían y
bajaban las muías aguaderas cargadas con zunchos, pondos y barriles; a veces
también bajaban con trozones de hielo envueltos en saquillos rumbo a las
tiendas donde se preparaban el salpicón y las pajaritas de coloreado granizo.
El
frente principal no da a la plaza sino a la calle que sube a desembocar con
ella. Mide unos treinta metros de largo y no es más que una gran pared,
alta y blanca como un talud de yeso interrumpida por solo el repujado portón
añil que la distingue y rematada a todo correr por una balaustrada de gordas
canillas pintadas también al albayalde.
A la
plaza da en cambio un frontis cóncavo de seis o siete metros con una puerta de
segunda que, abierta de día, permitía a Joaquín Villamil Cabamba tomar sol en
su asiento de esterilla. La puerta está flanqueada a flor de barba por un
ventanuco que forma arco de todo punto y por un descomunal acanto que sostiene
el balcón de barrigosa urdimbre, donde se arreglaban altares para el paso del
Señor en la procesión de Corpus” (págs. 85, 86).
2.
La prosopografía: es una figura usada por el escritor en su novela, usado
por la necesidad de describir físicamente al personaje, para asignarle a él
ciertas características únicas que lo distinguen y que se hacen necesario
saberlas por el lector para entender su desempeño en la trama de la narración:
El
Gran Difamador era bajito, andaba con maleta y parker al bolsillo. Dios le
había puesto la boca un poco a un lado, como al socaire.[...] Tenía la voz
apagada pero encendido el parloteo, le hervían como en locro las palabras, por
eso quizá las sacaba arrastradas entre silbos y soplidos.[...] Cuando se
sentaba lo hacía al filo de la silla y a medio despatarrarse como violinista
concertino. Usaba sombrero arriscado, pantalones ajustados y sacos culingos.
[...] Se polveaba casi siempre las mejillas, decía que era viudo y tenía los
ojos manchados por la ictericia (pág. 49).
3.
El retrato: en esta figura, el narrador describe cualidades físicas y
morales del personaje, las combina para dibujarle al lector y graficarle con
más certeza cómo quiere el autor conciba a la persona descrita en la narración:
Tenían
presente la magnanimidad del Presi con aquel político que le combatía con una
revista de doscientos ejemplares y que al Presi le parecía ocurrida al punto de
estar dispuesto a financiarla.
La
Linares que lo conocía desde hace muchos años decía que el Presi solamente la
facha tenía de tonto.
El
Presi era buena persona, grandote e inofensivo como una palanqueta totémica,
rubicundo, narizón hasta la simpatía, bonachón hasta el anonimato, merlino,
ojos de azul bobo como decía la gente. Era en materia de discursos un nuevo
estilo, no movía las manos ni gesticulaba al hablar, no cambiaba el tono ni el
volumen, no usaba palabras raras como tránsfugas, rastacueros, ratoniles,
mostrencos, mequetrefes. “Habla como evangelista” decían al principio, pero los
editoriales de El Mercantil comenzaron a machacar que ahora el paisito ha
superado las arengas fogosas vacías de contenido. Desde entonces al Presi le
decían que es un Presi Práctico.
- En
eso sí se parece a los gringos, no se anda con vainas, decía el Cuete.
-
Por algo la Columbian le dio el título de Doctor Menoris Causa, decía
chanceando La Linares.
El
Presi era gran gente, un verdadero demócrata decía El Mercantil. No le
importaba codearse con los cholos, era deportista, chullero, le gustaba bailar
aires típicos, sanjuanitos cachullapis, incluso en la plaza a veces. Tenía la
soltura y desfachatez del patrón gringo y la sal y chabacanería del mayordomo
pícaro. Era una mezcla de chicle y tripa mishqui, de chicha y coca-cola. El en
persona iba a franquear las cartas al Correo o a ordeñar las Holstein, era
diestro para el sapo, se hacía retratar en short jugando fútbol en la plaza y
se sentaba en cualquier localidad en la Plaza de Toros. (págs. 81, 82).
Figuras de lenguaje tropológico:
1.
La sinécdoque: Es una figura literaria muy utilizada por el autor, para darle
un pincelazo descriptivo y característica al hecho que desea narrar en el
texto: “se firmó el Tratado Militar de Pestilencia Recíproca con las águilas
del norte.” (pág. 83). Usa “águilas del norte” por referirse a los
Estados Unidos de América. “Ya no gustaba gastar tanta saliva para lograr
sus objetivos” (pág. 100). Usa “gastar tanta saliva” por decir “decir o hablar
bastante”.
2.
La antonomasia es usada por el autor en el contexto muy dirigido para el lector
ecuatoriano: “También pasé la Gloriosa y vi entrar
al Ausente por las calles de Quito rodeado de miles de
gentes” (pág. 105). La Gloriosa se refiere
a la rebelión del 28 de mayo de 1944 que fue un levantamiento popular de Ecuador;
el Ausente es la mención del presidente Velasco Ibarra.
3.
La metonimia la usa Égüez en la obra para ponerle humor y gracia al relato:
“Todo esto, más la rubicundez hierática bajo el
sombrero alón de recoger mangos, aseguraba el más gracioso espectáculo.”
(pág. 105), por todo esto, más su color de piel blanco rojizo
propio de los curas bajo un sobrero de ala grande. “Un
imperceptible movimiento de sus cejas para arriba, de sus orejas para atrás, de
su pulgar para abajo y eran movilizadas sus pandillas de monos,
orangutanes, mandriles, titíes, macacos, rangers, gibones, platirrinos,
araguatos, abazones, soimiríes, chimpancés, pentágonis, gorilas”
(pág. 105) por eran movilizados su guardia armada y fuerza de
choque organizada.
4.
El simil es usado de forma permanente en el texto, pues el autor desea siempre
comparar una cosa real con algo imaginario para producir un efecto esperado en
el lector y que la idea descrita quede mejor plasmada: “Dios le había puesto la
boca un poco a un lado, como al socaire”
(pág. 49). “Don Alsino era negro y un poco chorreado como manga de fotógrafo. [...] En el piso como iguanas aplastadas, las hojas de plátano separaban
al curador de la cliente” (pág. 55). “Caminaste como fantasma sin que te importen los gritos” (pág.
57). “Llegó cojeando, jalando el poncho estanciero, arrastrándolo como si se tratara de un viejo jamelgo o un pinto
remolón.” (pág. 64). “cabeceando como toro herido
bajo el raro impulso de su forma de huevo grande, de ovo apocalíptico.” (pág.
73).
5.
La metáfora es otro recurso fuerte del autor, pues lo obra es rica en
expresiones metafóricas para llegar a construir con el lenguaje propio el
realismo maravilloso y mágico en la historia: “Yo soy la Linares piedra de
toque en la ciudad” decía de sí mismo María Linares identificándose a sí misma
como trascendente en su medio. “Me he de comer esa tuna aunque me espine las
manos” (pág. 99) decía el Gran Difamador para referir sus deseo hacia la afamada
como peligrosa, la joven Linares. Decía María Linares “solita supiste capear el
temporal” (pág. 57) refiriéndose a su hermana Marieta que logró sobrevivir a
una tragedia.
6. La
alegoría también tiene sitio en la narración de la La Linares:
El
Mono decía que la vendeta no era por los reclamos que hacía en la Gerencia o en
la Proveduría a la Empresa, sino por haber salido en defensa de las mulas
ciegas: todo el pedernal que barrenaban los zapadores era movilizado dentro de
las mismas por mulas que jamás salieron a mirar el sol: nacían en la
obscuridad, cargaban en la obscuridad y morían en la obscuridad. Esto le
parecía espantoso a nuestro padre y un día organizó la gran marcha a fin
de que vean la luz. (pág. 58)
Es texto está enmarcado en la
gran tragedia que se dio en la matanza por parte de las fuerzas represivas del
Gobierno el15 de noviembre de 1922 a los trabajadores que salieron a protestar
por mejores salarios y la disminución de las horas de trabajo. Égüez usa
al abuelo de la Linares “el Mono” para atribuirle que la intención real de la
clase obrera era dejar de ser una clase “mulas ciegas” que siempre han
permanecido como una clase en obscuridad, sin acceso a la luz de la educación y
al progreso, sólo viviendo para trabajar y trabajando para sobrevivir,
permaneciendo en un mundo y una vida de oscuridad
7.
La imagen es también una figura utilizada por el narrador usando las palabras
en sentido distinto del que propiamente les corresponde, dándole una forma
sensible a ideas abstractas para visualizar de mejor manera el fenómeno:
Incluso
las cofrades me caían bien, con sus ojillos tan astutos, sus lenguas de
tornillo, sus mantas ceñidas con alfileres grandes de cabeza negra, sus pasitos
escaldados, sus cuerpos de signos de interrogación preguntando cosas por sí
solos. Parecen cacatúas con patines o garruchas en los pies. Me rechazaban y me
admiraban a la vez. Me escudriñaban de principio a fin sin disimulo, con ese
ojo fotográfico femenino que mientras más viejo, es más instantáneo y severo. (pág. 108)
8.
La adjetivación es otro uso habitual en el realato y lo usa el autor para darle
un rasgo estilístico buscando una representación innovadora al término a fin
dea darle mayor sentido a la frase: “al momento de expulsarlo de la estancia solariega” (pág. 63), “rubicundez hierática” (pág. 105), “ñoña infinita”
(pág. 123), “muerte forzada” (pág. 129)
Figuras de dicción:
1.
Aliteración: “en las más suaves sedas y el en los más finos tafetanes” (pág.
32). El uso de la sibilante s crea una sensación de tersura.
2.
Onomatopeya: “rozar de rasos, erizar de rizos, riscar de rosarios” la
repetición de la r vibrante da sonido a la frase de rozar algo.
3.
Enumeración: Las enumeraciones son amplias debido a la necesidad de ampliar
espacios en el texto y rellenarlo para construir el relato fantástico que
permita al lector entender la idea principal del texto narrado. Por ejemplo,
cuando se describe que Don Ernesto, padre de la Linares, era chulquero y que
sus actividades de prestamista eran muy amplias lo describe enumerando a todos
a quienes les prestaba dinero y hasta se podía haber quedado con sus bienes.
El relato lo describe así:
Con
los únicos sucres que tenía en su talega inició su carrera de prestamista. De
calé en calé, de medio en medio, de real en real, de interés sobre interés
llegó a ser dueño del andén, dueño del cargador y de sus hernias, del brequero
y de sus guantes, del maquinista y de su humo, del jefe de estación y su
pizarra, del jefe de patio y de su sueño, del telegrafista y su temblor, dueño
del bodeguero y sus cuentas alegres, del señor de la ventanilla y de su cárcel,
del fogonero y de su infierno, del controlador y de su gorra, del raso de vía y
sus señales, de la fiambrera y de sus viandas, de la cartuchera y sus platos
desechables de hoja de lechuga, dueño de la caldebache y sus caldos humeantes
en fondos floreados, de las fritangueras y de sus pailas, de la fresquera y sus
dos baldes, de la canelera y su país del oro y la miseria, de la huevera y sus
proclamas picaras, de la espumillera y sus ilusiones de célibe, de la frutera y
sus mejillas, dueño del dulcero y sus alfajores y buñuelos y yemitas, del
celador y de su pito, del escapero y sus pies de Mercurio, del pesquisa y su
recompensa, del soldado y la guaricha, del corocero y sus figurillas, del
mercachifle y sus yardas de palo, del caramanchelero y sus chucherías, del
timador y sus bolitas, del suertero y su papagayo, del charlatán y sus
culebras, del embaucador y sus pomadas, del rufián y sus pelanduzcas, de la
Loca y de su hija, de la gitana y de sus ojos, de los posilleros y de sus
camas, del voceador y de su escándalo, del fondero y sus calderones. del
tendero y sus balanzas, del vecino y del de al lado, dueño del cachivachero. (págs. 64, 65)
Y cuando describe que Don Ernesto
era dueño del cachivachero, también enumera los artículos de este último: “…y
sus peinillas tijeras cuchillos navajas espejos botones trompos perinolas
baleros yo-yos canicas calcetines almanaques alfeñiques animalillos anillos
zarcillos debajeros zarazas rosarios escapularios mantas cintas imperdibles
invisibles imposibles.” (pág. 66)
4. La
elipsis la usa el autor omitiendo deliberadamente palabras, para darle sentido
por los modismos a la frase: “pesar de que alguien dijo que mi madre se dedicó a la vida en Guayaquil cuando yo tenía uno o dos
años” (pág. 103), aquí se refiere a se dedicó a la vida alegre, a
la prostitución. “Una inquilina
confesó que cada tarde robaba miel para untarse en las partes y hacerse lamer
del perro que dormía con ella.” (pág. 46), se refiere a untarse miel en las partes íntimas de la mujer, el uso sólo de partes es
también una forma de eufemismo para que la frase no suene muy sicalíptica.
5.
El pleonasmo lo usa el narrador aumentando palabras para enfatizar y darle
vigor a la expresión: “Cayó exactamente como un zapallo, rebotó con rebotes secos” (pág. 103).
6.
La ruptura de sistemas es también un recurso utilizado en la narración,
describiendo hechos que se salen de esquemas lógicos para lograr mayor
expresividad en el texto:
“Por
la ventana del tercer piso salieron un piano, un asiento de tornillo y un
pianista de espalda erecta que siguió tecleando en el aire sin saber qué es lo
que pasaba.” (pág. 44).
“llevando
las cosas más queridas para morir junto a ellas: [...] el olor de clavo de olor
sostenido en un algo de algodón” (pág. 41).
7. La
sinestesia es usada en el relato para producir efectos estéticos y de
sensaciones. Usa la conocida frase del pasillo Sombras, “me envolverán
las sombras” (pág. 127). representa una sinestesia combinando los sentidos del
tacto con lo visual.
La Linares, una sátira
de la sociedad y, sobre todo, del poder establecido de ese tiempo (siglo XX,
1920-1950)
Iván Égüez de manera certera dibuja y
caricaturiza a nuestra sociedad ecuatoriana a mediados del siglo anterior, hace
referencias claras al escenario político y social del Ecuador en los años 1920
al 1950. Crea a una damisela, María Linares, con su tragicómica vida en el
contexto de hechos históricos del Ecuador. Los abuelos de la Linares mueren en
el suceso de la matanza a los obreros el 15 de noviembre de 1922, sitúa al
abuelo materno denominado “el Mono” en el epicentro del alzamiento así y que su
motivación era el rescate de unas “mulas ciegas”:
En
Quito se decía que supiste sobreponerte a la tragedia que nuestro padre el Mono
mismo ha de haber buscado, porque se había hecho medio bolche, que meses antes
a la masacre ya se había quedado sin el empleo que tenía en los talleres
ferroviarios de Durán por pedir con paro el aumento de salarios y disminución
de las horas de trabajo; [...] El Mono decía que la vendeta no era por
los reclamos que hacía en la Gerencia o en la Proveeduría a la Empresa, sino
por haber salido en defensa de las mulas ciegas: todo el pedernal que
barrenaban los zapadores era movilizado dentro de las mismas por mulas que
jamás salieron a mirar el sol: nacían en la obscuridad, cargaban en la
obscuridad y morían en la obscuridad. Esto le parecía espantoso a nuestro padre
y un día organizó la gran marcha a fin de que vean la luz. (Égüez, 2010, pág.
58)
El autor se burla de la sociedad
capitalina y hace un relato, como un cuento inventado, un hecho que
históricamente sucedió en febrero de 1949 cuando Radio Quito, emulando a Orson
Welles, transmitió la novela de Guerra de los Mundos de manera realista
simulando una noticia de último momento, una invasión marciana en Quito.
Égüez se burla en la novela del imaginario colectivo, de la reacción de
la gente, relatando así:
La
ciudad había perdido sus proporciones. Ya no cabía tanta gente en las calles.
Hasta los perezosos y los petacas habían hecho varios viajes hacia el sur
llevando las cosas más queridas para morir junto a ellas: los portarretratos,
las cartas, las estampas, el calzador, las medallas, los corozos, las chinas,
los carey, las polveras, [...] el antifaz, la chispa, la petaca, los penecas,
el sonajero y el chinesco, la matraca y la guara- ca, el samovar y el escalfador,
el sacacorchos y el tapapicos, el reclinatorio y la mecedora [...] (págs. 41, 42).
Cuando la gente se da cuenta que
fue un engaño la noticia, el novelista relata con humor negro y sarcasmo la
reacción:
Cuando
trataron de explicar que era una broma, una adaptación criolla a la obra de
Wells, todo fue muy tarde. Lo primero que hicieron fue desnudarse y empapar sus
ropas con gasolina para avivar con ellas las llamas que ya lamían el edificio.
Por la ventana del tercer piso salieron un piano, un asiento de tornillo
y un pianista de espalda erecta que siguió tecleando en el aire sin saber qué
es lo que pasaba. Entre los incendiarios se hallaban en primera fila los
huérfanos de último minuto, los que habían confesado y pedido perdón a gritos,
los que se habían abrazado con sus enemigos, los cortados el sueño de gana, los
que se quedaron con las esposas pasmadas, piponas y sin poder moverse, el
duende con sus ojos del porte de la plaza y del tamaño del espanto, los que
habían llevado acuerdos mortuorios al periódico y habían sido rechazados porque
les faltaban uno o dos sucres, en fin los que habían sido maltratados alguna
vez en los editoriales de El Mercantil repetidos en la radio. (págs. 43, 44).
El edificio que se quemó en
llamas era el de El Comercio, donde funcionaba el periódico del mismo nombre y
la radio Quito. En la vida real este suceso provocó muertes. Égüez
en la obra llama El Mercantil al periódico El Comercio, y le endilga todos los
vicios que la prensa corrupta tenía en aquella época.
El terremoto de la Flores contado
en la novela sucedió por esa época. El 5 de agosto de 1949 el terremoto
en la tierra de las flores y las frutas, Ambato, sepultó una buena parte de la
región en el Tungurahua, contándose alrededor de ocho mil muertos y decenas de
miles de viviendas damnificadas. La solidaridad mundial se hizo manifiesta con
todo tipo de ayudas que llegaron al país. Égüez lo cuenta así:
[...]rellenó
las bodegas presidenciales, los corredores, el gran pasillo, el altillo, las
buhardas, el palomar, el torreón de guardia, los calabozos, los cuartos falsos,
el túnel al convento, la salida a la quebrada, el pasadizo al cuartel, la fosa,
la capilla, las catacumbas, el salón amarillo, el salón azul, el salón rojo,
las salas de espera, las salas de desespera, las salas de recibo, las salas de
audiencia, las salas confidenciales, la alcoba pública, la alcoba de
secretarias, la alcoba íntima, el comedor de los esbirros, el salón de
credenciales, el muladar de los pesquisas, el salón de los espejos, la galería
de presidentes, el cagadero de edecanes y el estercolero de los ahijados. Lo
mismo hizo con las casas de hacienda de las Haciendas Presidenciales, las
abarrotó con enormes fardos que venían zunchados desde las cuatro puntas del
planeta hasta este país sentado en el ombligo del mundo y en el cual según los
termómetros de la paciencia no pasa nada a más de la línea equinoccial. (págs. 74, 75).
La novela La Linares presenta a
un Presidente de la República, denominándolo como “el Presi”, que dado los tiempos
y varias características descritas en la obra, alude al Presidente de la época,
a Galo Plaza Lasso. Lo presenta como la manifestación de lo oprobioso de
la clase política ecuatoriana, entreguista e interesada en proteger los
intereses de su clase y grupos vinculados con el poder. Entre las muchas
partes nombradas al presidente, podemos recoger esta:
El
Presi era buena persona, grandote e inofensivo como una palanqueta totémica,
rubicundo, narizón hasta la simpatía, bonachón hasta el anonimato, merlino,
ojos de azul bobo como decía la gente. Era en materia de discursos un nuevo
estilo, no movía las manos ni gesticulaba al hablar, no cambiaba el tono ni el
volumen, no usaba palabras raras como tránsfugas, rastacueros, ratoniles,
mostrencos, mequetrefes. “Habla como evangelista” decían al principio, pero los
editoriales de El Mercantil comenzaron a machacar que ahora el paisito ha
superado las arengas fogosas vacías de contenido. Desde entonces al Presi le
decían que es un Presi Práctico.
- En
eso sí se parece a los gringos, no se anda con vainas, decía el Cuete.
-
Por algo la Columbian le dio el título de Doctor Menoris Causa, decía
chanceando La Linares.
El
presi era un gran gente, un verdadero demócrata según El Mercantil. No le
importaba codearse con los cholos, era deportista, chullero, le gustaba bailar
aires típicos, sanjuanitos, cachullapis, incluso en la plaza a veces. Tenía la
soltura y desfachatez del patrón gringo y la sal y chabacanería del mayordomo
pícaro. Era una mezcla de chicle y tripa mishqui, de chicha y coca-cola. El en
persona iba a franquear las cartas al Correo o a ordeñar las Holstein, era
diestro para el sapo, se hacía retratar en short jugando fútbol en la plaza y
se sentaba en cualquier localidad en la Plaza de Toros. (pág. 82).
Para esa época, el país no había
llegado a explotar el petróleo en la Amazonía, se estaban dando las primeras
exploraciones por compañías extranjeras norteamericanas el Gobierno de Plaza
Lasso no creía en las posibilidades de encontrar crudo en el Oriente y
pronunció la famosa frase: “el Oriente es un mito”. En su periodo, Galo Plaza, abrió
las puertas a las misiones protestantes. La novela relata con sarcasmo
estos hechos así:
Entre
choclos humeantes, cariuchos, llapingachos, timbuschcas, mondongos, cuyes y
puerco hornado se firmó el Tratado Militar de Pestilencia Recíproca con las
águilas del norte. Después de la firma -le contaba el Cuete a La Linares— un
editorialista de El Mercantil le preguntó al Embajador de las águilas sus
impresiones, y éste respondió.
—Todo
very well, nos hemos servido hasta el último bocado.
Cuando
el Presi dijo “nothing, nothing. nada por aquí, nada por acá”, lo dijo seguro
de lo que decía, porque la Shell le pasó el informe diciéndole “take it easy
boy, en esa selva a más de tzántzicos reductores de cabeza no existe nada,
nosotros seguiremos ocupando esas provincias pero con fines evangélicos y
antropológicos”. Y vinieron los Institutos Lingüísticos, las Fundaciones, los
Programas, los Hijos de Jehová, los Hijos de El Salvador, los Hijos del Señor,
los Hijos de Cristo Rey, los Hijos de Dios General de los Ejércitos, los Hijos
de las Siete Plazas, los Hijos de las Siete Leches, los Hijos de la Gran Flauta
y los Hijos de la Gran Puta (pág. 83).
La novela La Linares quiere también
satirizar el fervor religioso, apuntando los dardos a la Quito colonial con una
herencia barroca católica romana riquísima:
El
balcón había sido arreglado con el acostumbrado esmero, cubierto con edredones
de seda, colchas de terciopelo, lazos de papel crepé, cadenas en papel de
estraza, floreros de bronce, faroles, lámparas votivas de cristal verde celadón
y candelabros de plata con el llamón protegido por cascarones de vidrio
espumado que, contra pared, alumbraban a los cuadros de San Buenaventura, La Dolorosa,
La Reyna de los Ángeles, San Cipriano y el Pastor de los Desamparados,
constituyendo el todo un portentoso y entrehecho retablo. (pág. 86).
Y la obra también, como asimilándose a las viejas historias del Padre
Almeida, nos presenta a un cura Canónigo, deseoso de tener un encuentro con la
Linares “Una tranquila madrugada las cuatro campanadas de la Catedral
fueron reemplazadas por discretas piedrecillas que se alzaron como gorriones a
picotear el balcón de La Linares: era el Canónigo Moscoso...” (pág.
117).
Siempre las sociedades conservadoras
nos dejan en el imaginario colectivo la idea del grupo de damas de la sociedad,
como un grupo que se reúne para fines caritativos pero que no pueden dejar de
sucumbir al chisme, el cuento y el enredo. En la obra, el autor muestra
así a este clásico grupo de señoras:
Me
invitaban a una reunión de damas caritativas. Esta vez la esquela estaba
firmada por el Canónigo y traía el sello cardenalicio. Se iba a realizar en
casa de doña Paulina.
Las
encontré maternales, perdonavidas. Estaban noveleras, sin la consciencia
exacta de lo que sentían, de lo que eran en ese momento: las madres de la gran
puta, casi las madres de la puta madre. Y el Canónigo Moscoso, parado
ahí, arrimado a la puerta con las manos entre las mangas de su sotana, como
contando billetes por dentro, santificando la putería. (pág. 116).
Esta novela, neo-barroca,
neo-costumbrista, no convencional, es la manifestación creativa de contarnos,
como confesión social, un poco de lo que nuestra sociedad ecuatoriana ha sido,
y en muchos términos lo sigue siendo. Después de 40 años de haber sido
presentada esta obra, sigue intacta como un reflejo burlesco, satirizador,
cómico, caricaturizador de las entre pieles del alma de nuestra sociedad
presente.
Bibliografía
Corrales, M. (2010). Costumbrismo, picaresca, barrroco, realismo: la
herencia superada. En I. Éguez, La Linares (pág.
145). Quito: Eskeletra.
Dávila, J. (2010). La Linares como novela Neo-Barroca. En I. Égüez, La Linares (pág. 157). Quito: Editorial Eskeletra.
Égüez, I. (2010). La Linares. Quito:
Eskeletra.
Rodrígez Compare, P. F. (s.f.). Un punto de encuentro con la
historia del arte. Recuperado el 2 de enero de 2015, de
http://estudi-arte.blogspot.com/2009/05/el-arte-barroco-concepto.html
Sénz de Medrano, L. (2014). Biblioteca virtual Miguel de Cervantes. Recuperado el 2 de enero de 2015, de http://www.cervantesvirtual.com/obra/los-limites-del-barroco-literario-hispanoamericano/
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