En la parroquia de San Lorenzo, caleta de pescadores a
casi 40 km de Manta, cuentan sus habitantes que, por los años de la década de
1950, uno de sus moradores se encontró con una sirena. Él era un
hombre de mar que había sobrellevado muchas travesías como pescador. En
una ocasión, cogiendo pulpos en una noche a varias millas de la costa en la que
se había adentrado solo, se encontró con una sirena que lo arrastró y se lo
llevó a una playa lejana e inaccesible. La marea alta dividía aquella
playa de su lugar de morada y volvía inaccesible siempre el paso. La
sirena lo alimentó con pescado crudo al hombre, lo tenía cautivo, y luego de
tres días, el pescador teniendo mucha sed, le pidió a la sirena que lo regrese
con su familia, que extrañaba a sus hijos. La sirena accedió, y cuando
el mar se secó permitió al hombre irse. Cuenta la historia que el
hombre solía beber agua mirando al horizonte del mar, y de vez en cuando
divisaba a la sirena. Él caminaba a la orilla de la playa para ver de
lejos a la sirena, y cuando muy pocas veces el mar estaba seco, la sirena lo
llamaba para que vaya con ella. El pescador nunca más volvió al mar.
Él contaría a otros pescadores lo que le aconteció, que la sirena vivía
en una piedra ancha y grande. El hombre la describió como una mujer bonita que
tocaba guitarra y cantaba, mitad humano y mitad pez.
Mayo, 2014
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